
Del mismo modo, algunos arquitectos y urbanistas, algunos
promotores inmobiliarios y algunos políticos, con ofuscación
tenaz y persistente insisten una y otra vez en proyectar la ciudad según sus
particulares deseos y necesidades, incluso si estos son por completo contrarios
al ordenamiento establecido en el marco jurídico vigente. Pero eso no es ningún
problema, al menos en Malaguistán, porque si una Ley u Ordenanza prohíbe tal o
cual PROYECTO “estrella”, se soluciona rápidamente, cambiando esas normas en un
alarde de arbitrariedad que arrolla uno de los principios Constitucionales fundamentales,
que no es otro que el de exigir unos límites racionales a la discrecionalidad
de la Administración, logrando así que se respete una aplicación equitativa de
las normas y evitando la injusta discriminación que supone que unos, los más
débiles, deban cumplir a rajatabla la normativa, mientras que otros,
influyentes, poderosos, ricos, puedan saltarse la norma "a la torera".
En Españistán sabemos mucho de esta aberración, la
del amiguismo, el nepotismo y el clientelismo político, pues durante cuarenta
años de repugnante dictadura así fueron las cosas. Pero ahora vivimos en una
democracia y por eso tal vez “hay miles de personas que hacen de la creación de
problemas la razón última de la existencia y perpetuación del sistema”, porque
creemos que este sistema, el del Estado de Derecho, es el que hay que defender
a toda costa.
Puede que hoy el del Hoyo de Esparteros y Pasillo de
Atocha sea un “entorno despersonalizado y confuso”, según acertada valoración
del mismo arquitecto al que antes nos referíamos. Aunque obvia este
profesional que hasta hace muy poco, tan solo unos años, justo en el momento de
anunciarse el PROYECTO, la realidad era muy distinta; precisamente hasta que la
desidia de Ayuntamiento y Junta facilitó los planes de una promotora
inmobiliaria y un arquitecto Premio Pritzker y Príncipe de Asturias de la talla de Rafael Moneo. Primero,
mediante una vergonzosa secuencia de incendios fortuitos (?) y consecuentes demoliciones,
que convirtieron la zona en un "pequeño Sarajevo", eliminando de un plumazo el
problema que representaba para el PROYECTO la existencia de varios edificios
históricos en el lugar elegido. Después, a través de un esperpéntico e
hipócrita baile de procedimientos burocráticos cuyo único objetivo ha
demostrado ser modificar todo el marco normativo para imponer por la fuerza un
PROYECTO que incluye tanto la demolición programada de un emblemático edificio
centenario como La Mundial, repleto de historia material y simbólica (como bien han demostrado
las recientes investigaciones de los especialistas en la materia), al que
previamente “degradaron” en su nivel de Protección Patrimonial sin alegar más
justificación que su “inadecuada localización” (consúltese el Boletín Oficial de la Provincia de Málaga, número 191 de 3 de Octubre de 2008, página 38); así como la ruptura de la trama
urbana histórica mediante la desaparición de una calle pública y una profunda
alteración del parcelario histórico.
Si habláramos de un bosque incendiado "fortuitamente", arrasado
dentro de un Parque Natural, cuyo suelo se recalifica para poder hacer un campo
de golf y varios centenares de pareados, pocos tendrían la menor duda de
calificar todo lo ocurrido de “pelotazo” urbanístico en toda regla. Pero, claro
está, no se trata de un bosque, sino, mal que les pese a algunos, hablamos de “una
realidad incompleta, abierta a las generaciones para su continua transformación”,
como es la ciudad. Pero vuelve a errar nuestro arquitecto de referencia, pues no
hablamos precisamente de toda la ciudad -omisión por otra parte muy recurrente en estos asuntos-, y esta matización es muy importante.
Aquí hablamos de un minúsculo sector urbano que algunos legisladores “radicales del conservacionismo” decidieron hace 27 años calificar como área de
reserva legalmente protegida, en el mismo momento en que el Boletín Oficial del
Estado publicó que apenas 50 hectáreas (menos del 1% del suelo urbano del municipio) del Centro Histórico de Málaga debían
considerarse Bien de Interés Cultural de Conjunto Histórico-Artístico, siguiendo
las orientaciones y propuestas planteadas por igualmente “radicales” instituciones
internacionales como la UNESCO o el Consejo de Europa.
Sin embargo, parece no bastarles a algunos que desde
ese año de 1985 se haya demolido un tercio de los edificios centenarios del
corazón histórico de la ciudad de Málaga. Ahora el edificio de La Mundial espera su turno en la triste lista de demoliciones programadas.
Y es que estos individuos siempre quieren más, porque su voracidad no
tiene límites, ni su obcecación por determinados PROYECTOS tampoco.