miércoles, 23 de febrero de 2011

En Málaga, si las leyes de protección del patrimonio histórico estorban, pues se deshacen y punto

El 26 de marzo de 2009 tuvo lugar Sesión Ordinaria del pleno municipal de Málaga y, entre otros puntos, se aprobó, por mayoría absoluta (16 votos a favor de los representantes del PP, 13 abstenciones del PSOE y 1 voto en contra de IU), la degradación de un inmueble protegido arquitectónicamente en Grado I, hasta el Grado IV.
Estos grados de protección de la arquitectura histórica vienen regulados por el artículo 17 del PEPRI, y consisten en:
  • Nivel de protección Arquitectónica (Grado I). Comprende los edificios que por su valor arquitectónico, su implantación en la estructura urbana, y las posibilidades de su puesta en buen uso, deben ser protegidos, controlando las actuaciones que sobre ellos se hagan, e impidiendo su desaparición o sustitución.
  • Nivel de Protección Ambiental (Grado IV). Comprende los edificios, solares, que por su situación en entornos monumentales, o su disposición en conjuntos unitarios de la escenografía urbana, las actuaciones de sustitución, renovación o nueva planta que sobre ellos se hagan deben ser controladas en los aspectos perceptivos que son la causa de su protección.
Así pues, lo que en verdad se debatía en el pleno municipal era poder autorizar la demolición de un edificio histórico, más que centenario y magnífico ejemplo de la arquitectura tradicional del siglo XIX malagueño, con el objetivo de poder construir un nuevo edificio que prestara servicio al Museo de la Colección Thyssen; pero, por supuesto, respetar el patrimonio histórico no entraba dentro de los planes del Gobierno Municipal, siempre deseoso de destruir lo “viejo” y sustituirlo por un estilo artístico “más acorde” con los “nuevos” tiempos; esto es: edificar un patético cubo de hormigón sin más riqueza artística que la que puede aportar un minimalismo radical.
Por descontado, para el Sr. Francisco de la Torre y su equipo de (des)gobierno, los objetivos de la intervención en la zona CENTRO, definidos por el artículo 3 del PEPRI, no tienen valor alguno:
1.- Recuperación y conservación de la estructura urbana y su tipología edificatoria mediante procesos de rehabilitación.

2.- Control de los procesos de renovación urbana en cuanto a la homogeneidad de sus principales parámetros, recuperando la continuidad perdida en el proceso edificatorio.
Tampoco importaba en absoluto la presencia en la Plaza de San Ignacio de un magnífico ejemplo de arquitectura religiosa, diseñada por uno de los mejores arquitectos de la historia de esta ciudad (el señor Guerrero Strachan), y cuyo entorno arquitectónico y paisaje urbano iban a ser dramáticamente transformados, porque, en palabras del propio alcalde, se trata de “una feliz combinación de estilos” pues “la convivencia de buena arquitectura de antes y después siempre da buenos resultados. Juzguen ustedes las fotografías del antes y del después:



Por supuesto Sr. alcalde, tiene usted un criterio estético admirable. Un criterio que seguro le permitirá ver con buenos ojos la horrible mole del “Málaga Palacio” tapando la vista sobre la Catedral.
Ya no quedan pues dudas de porqué un político que representa solo a sus votantes también ve con buenos ojos el mamotreto que pretenden construir en la zona de Hoyo de Esparteros, a pesar de la activa oposición de un nada despreciable sector de la ciudadanía, con la excusa de que unos “becarios” del Sr. Moneo lo han diseñado, por cierto que con el mismo aberrante estilo minimalista tipo cubo de hormigón blanco que ahora afea la vista de la Iglesia del Sagrado Corazón.
Claro que el PP no está solo: los ediles del PSOE se abstienen y la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, que tiene el poder para parar este tipo de atropellos de la legislación vigente, tampoco parece conocer la normativa de protección, emitiendo informes favorables a la destrucción del patrimonio histórico. Sin dudas la “alcaldable” Sra. María Gámez no me inspira ya tampoco ninguna confianza.
Esta es la ciudad donde vivimos y estos son algunos de los hechos ocurridos en relación a la conservación y protección del patrimonio histórico y, solo admitiendo que la UNESCO está completamente equivocada, se entiende su destrucción como algo positivo, como progreso y modernidad.


Por cierto que no debería olvidarme de los señores arquitectos que han dado el soporte técnico para esta nueva aberración paisajística en la plaza de San Ignacio y calle Compañía, Rafael Roldán Mateo y Javier González García, responsables pues del EDIFEICIO 106 del catálogo referido en este post. En su descargo hay que admitir que también han hecho algunas ejemplares restauraciones de edificios históricos donde sí han demostrado entender perfectamente el debido respeto a la edificación preexistente.



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